La hidratación y la dieta

Alcanzar el peso ideal es una labor que lleva tiempo y dedicación, pero si respetamos el paso a paso, los resultados se mantendrán por más tiempo.

Para iniciar con un plan nutricional, lo primero que hay que hacer es buscar la asesoría de un profesional pues es IMPORTANTÍSIMO saber cuáles son las necesidades de nuestro cuerpo.

La alimentación saludable no consiste en matarnos de hambre sino en aprender qué debemos comer y en cuántas cantidades. Sabiendo cuáles son las necesidades de tu cuerpo podrás determinar tu mejor plan de comidas. Pero la hidratación es algo que no podemos pasar por alto. 

Estamos compuestos mayormente por agua. En el caso de los hombres adultos, este líquido representa el 60% de su peso corporal. En las mujeres hay una variación entre el 50 y 55%.

En resumen, es VITAL que nos mantengamos hidratados pues así garantizamos el correcto funcionamiento de nuestros órganos vitales.

Sobre la cantidad de agua que hay que ingerir al día, es una cifra que va a variar dependiendo de los siguientes factores: 

  • Estatura y peso
  • Sexo
  • Edad
  • Condiciones médicas (Si padeces alguna enfermedad, tus necesidades de hidratación cambian totalmente)
  • Estilo de vida (Cuáles son tus rutinas diarias, si llevas una vida sedentaria o haces deportes, etc)

Todo lo que comemos contiene pequeñas cantidades de agua, especialmente frutas y vegetales frescos. El aporte de líquido por parte de estas opciones es mínimo, así que siempre será necesario tomar agua.

Lo ideal es beber regularmente. La mejor manera de saber si estás lo suficientemente hidratado es vigilando tu orina.

Al momento de levantarte, tus órganos deben activarse. Para garantizar su funcionamiento tendrás que tomar dos vasos de agua a temperatura ambiente.

Si quieres evitar sentirte somnoliento luego de comer, especialmente en el almuerzo, prueba con tomar un vaso de agua al menos media hora antes.

Activar la circulación es vital, por esto mi recomendación es tomar un vaso de agua antes de meterte en la ducha y antes de irte a la cama en las noches. Cuando cumples con este hábito serás menos propenso a sufrir calambres.